Cuando chica, subìa a la azotea de la casa de mis padres, un solo piso, me aislaba de todos por unos instantes, no es que en casa me hiciera sentir mal, solo quería un momento para mi, ahi podía soñar con ese chico que me gustaba, mirar la lejania, hacia esos cerros que rodean la ciudad, por las lluvias reverdecidos, es verano, las vacaciones se aproximan.
Alguien me dijo que encender dos cerillos de cabeza y mirar hacia donde se inclinaban me mostraría donde estaba mi amor, así que... varias cajas de cerillos se le perdieron a mi madre de la cocina. Pero no solo eso me llevaba al techo, noo, también me servía de escondite cuando nos tocaban las labores de casa, eso no se me daba bien, así que me hacia sorda cuando llamaban. Ese techo igual servía cuando nos lanzabamos hacia una gran pila de arena, esto obviamente a escondidas de mi madre que si nos hubiera visto nos habria puesto una curiza, en una de esas pilas de arena quedó mi esclava de oro, esclava que mi padre me regaló. Un dia llegó a casa del trabajo, yo me encontraba dormida cuando la puso en mi muñeca, esto desató celos en mis hermanas menores y el rumor de que yo era la consentida de mi padre. Y si, sí lo soy!! y como no serlo? si soy su primera hija. Aún sueño con subir de nuevo a ese techo, perder la vista en esos cerros y sentir el aire de aquella juventud.
