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viernes, marzo 27, 2009

La seductora mantis religiosa... by Rafael Junquera

Un joven abejorro detuvo su vuelo para posarse en la hoja de la rama cimera con la esperanza de encontrar, como otras veces, confundido entre el follaje, a un insecto que le resultaba atrayente; se trataba de una mantis religiosa, cuyas singulares características debían causarle gran admiración porque se pasaba largo tiempo contemplándola.
Su padre, un viejo abejorro cazador de abejas, y enemigo implacable de sapos, se inquietó cuando notó el comportamiento de su vástago.
- ¿Qué es lo que te hace detenerte en este lugar en vez de perseguir abejas?
-La belleza, padre -le respondió.
-¿Belleza? ¿Puede haberla en esta zona de paredes ruinosas donde sólo crece yerba mala y follajes estériles? -respondió el viejo abejorro haciendo alusión al sitio en donde se encontraban, y que en efecto, conservaba vestigios de una antiquísima construcción.
-Si padre; entre estas ruinas y estas yerbas carentes de flores y frutos, vengo atraído por la belleza -insistió. Y agregó:-Mira hacia el fondo del follaje y comprenderás mi gran emoción.
El viejo abejorro miró hacia el lugar que su pequeño hijo le señalara y llenó de temor. Agitó las alas nerviosamente y empezó a zumbar con el propósito de huir del lugar.
-¡Huyamos! -gritó.
-¿Por qué..? ?No acaso es hermosa esa criatura?
-¡Es horrible, es el símbolo del mal! -le corrigió
-¿Acaso la belleza no es universal..? ¿Por qué para mí si es hermosa y para ti no? -le replicó.
-Son cosas distintas, hijo. Lo que tú consideras bello, no es más que la maldad que se disfraza para poder cumplir con sus perversos designios. El insecto que parece inquietarte es una mantis religiosa, también conocida como Santateresa.
El joven abejorro pareció contrariado.
-Siempre he venido a verla. Siempre la miro entre el follaje con su halo de profundo misterio y con la esperanza de que nuestras miradas se encuentren. Una vez lo hizo y sentí que sus ojos penetraban en lo mas profundo de mi ser. Todo mi cuerpo vibró y me hizo enloquecer de amor...
-Estás en grave peligro, es mejor que nos retiremos -le aconsejó su padre.
-Permiteme seguir contemplándola. Me inquieta su cuerpo alargado, esbelto, elegante..., pero sobre todo, el hábito que parece envolverla y que le da una expresión beatifica.
-Tras esa apariencia se esconde un implacable cazador. Ese animal permanece inmóvil, como si estuviera inofensivo, y se le aproxima lo suficiente, lo atrapa con sus largos antebrazos y lo aniquila... Yo que cuento con un fuerte aguijón, no me atrevo a acercarme...
-No importa, padre, si el precio que se tenga que pagar por estar cerca de ella es la muerte, la acepto.
Los pasos de unos hombres, claramente perceptibles entre la yerba y la hojarasca del suelo, alertaron a los abejorros.
-No me gusta acercarme a este lugar -dijo uno de los hombres.
- Ahora sólo quedan ruinas de lo que fue un antiquísimo convento de religiosas... Nuestros antepasados siempre nos contaron que una de las monjas fue poseída por las fuerzas del mal y solía escaparse súbrepticiamente por las noches, loca de lujuria, para ofrecerse a los hombres que encontraba a su paso...
-Mismos a los que asesinaba después de poseerlos. Dicen que sólo uno de sus amantes pudo librarse de la muerte, y esa fue su desgracia. Él la denunció y la condenaron a la hoguera -refirió otro de aquellos hombres.
-Mientras se quemaba abrasada por las llamas, juró que volvería para vengarse del último que la poseyera y consiguiera salvar la vida...
Los abejorros se desentendieron de los hombres para ve que la mantis religiosa rompía con su pasividad, moviendo nerviosa sus largas patas traseras y haciendo oscilar sus antenas ante la
llegada del amante esperado.
Lo vio aproximarse, posarse en la misma rama, y como si se acicalara, se frotó en la cara contra sus extremidades delanteras, como una mujer coqueta. Entonces lo miró con profundo éxtasis, con pasión arrebatadora.
El mantis macho sintió que aquella mirada lo perturbaba en lo más profundo y lo encendía, hasta ofuscarlo por completo. Le resultó irresistible no someterse a aquella invitación y se aproximó a ella embelesado, loco de amor, de pasión de entrega. Se sintió completamente dominado, y cayó en sus brazos.
Sus cuerpos se juntaron, se frotaron, se fundieron en un abrazo, en una carnalidad casi humana. Juntos, cuerpos y emociones, se miraron lánguidamente y parecieron decirse mucho. La mantis religiosa posó suavemente su boca picuda y voraz en la cara de su amante y empezó a devorarlo, a comerlo poco a poco, mientras lo aprisionaba y lo inmovilizaba entre sus poderosos antebrazos. No hubo en él la menor resistencia por liberarse. Parecía más fuerte la pasión que el dolor y la muerte misma.
El mantis macho, exhausto, vacío de amor hizo un tímido intento por separarse de su fatal amante, cuando ya era tarde y todo estaba concluido. Su último hálito de vida, su extinción misma, se daba con el climax del apareo, de la plenitud amorosa.
La mantis religiosa entornó los ojillos satisfecha, abrió las extremidades delanteras, dejó de presionarlo con sus tenazas y liberó al amante, la parte del cuerpo sobrante, los despojos de aquella fiesta de amor. Se limpió la cara, lamió sus antebrazos y volvió a su posición inmóvil, beatifica, esperando que otro iluso amante se aproximara.
-¿Lo has visto? ¡Ha sido espantoso! -gritó el viejo abejorro:- Devora sus amantes mientras los seduce.
-Yo he presenciado el más grande, el más bello espectáculo de amor, aunque a costa de un precio muy alto -dijo entre suspiros el joven insecto.
Mientras los hombres se alejaban de aquel lugar, seguían recordando la historia que les contaran sus antepasados.
-Cuando la monja diabólica era devorada por el fuego, juró regresar del más allá para cobrar venganza de aquel joven que la denunciara después de poseerla. Y tal parece que cumplió su amenaza y regresó convertida en mantis religiosa.
Las sombras de la noche envolvieron el lugar y la luz de la luna proyectó la imagen de la mantis religiosa, de la Santateresa, contra uno de los paredones de las viejas ruinas: la sombra de una monja, con las manos juntas, parecía implorar el perdón celestial.
--Cuento extraído del libro EL RECINTO DE ALIMANIA Del escritor Orizabeño Rafael Junquera.
Fotos: Google Imagenes.

domingo, marzo 22, 2009

Esta soy yo...

Dejame contarte como y quien soy... Deja describirte a la quimera que te ha inspirado , que ha robado tu sueño, que despierta tu deseo...
A mis 44 años soy una hermosa mujer que el tiempo no ha robado su jovialidad, que lucha por recuperse después de una relación misógina, que se enfrasca en lucha diaria por vencer el temor, el coraje y la frustación, lográndolo en ocasiones y cuando no, recurro al personaje, a la quimera, a la máscara, pinto mi rostro de sonrisas, boicoteo a la mente poniendo los mejores momentos vividos, me miro al espejo y me convenzo una vez mas lo flexible que soy.
Me repito una y otra vez las bendiciones recibidas, sabiendo que hay personas con mayores problemas que yo, beso y me despido de mis hijos y salgo de casa dispuesta a vivir ese día con intensidad, dejo de ser madre para convertirme en la mujer profesional, aquella que de su trabajo sustenta y lleva un hogar. En el trayecto dejo volar mi mente, miro, pienso y callo. Al llegar me afano por ser eficiente y productiva, te leo una y otra vez dejando asomarse a la mujer sentimental con deseos y ansiedades, esos momentos logran arrancar una sonrisa y un bienestar a mi alma, me siento viva aún.
Al regreso con el peso del cansancio y la satisfacción de un día mas me vuelvo a sumir en mis pensamientos, veo sin ver... al bajar del bus, enciendo un cigarrillo disfrutando la noche, atravieso el parque caminando despacio el trayecto a casa, me relajo dejando atrás a la profesional para volver a ser madre, preparo la cena y mientras tanto escucho los sucesos del día de mis hijos, nos sentamos a la mesa comentando y planeando el día siguiente, revisando pendientes, asignando labores, vemos un poco de tv, en algunas ocasiones entro de nuevo a escribir si algo pugna por salir de mi mente, escucho música, dejo el papel de madre y me convierto en mujer, doy las buenas noches y me voy a despojarme la ropa de trabajo, tomo un baño sintonizo y programo la radio en música romántica y me dispongo a dormir.

Me estremece pensar en tí, recordar tu voz en mi oído, mi cuerpo reacciona, la ausencia de tu presencia se revela en deseos y temores proyectados en mis sueños. Soy una mujer que rie, que llora, que teme, que se enfrenta, Nostalgica, enojona, peleonera, gritona, sensual, provocativa, coqueta... Esta soy yo... la madre, mujer, profesional y quimera.