Hace ya tiempo, conocí a un lindo chico que me concedió la confianza de mostrarme sus escritos, este es uno de ellos, espero lo disfruten como yo... Alma.
20 mayo
*-*-*-*-*-*-*-* Sin Titulo *-*-*-*-*-*-*-*
Solo los tontos se apresuran. Baje de mi auto completamente ensangrentado y antes de sentarme en el asfalto, pensé que había desperdiciado media vida amando a Giselle. Sólo entonces pude llorar escandalosamente. La radio aún sintonizaba: wise men say: only fool’s rush in…
Elvis verdugo.
Me habría roto dos costillas al menos, la cabeza me punzaba a causa de la infame resaca y diminutos fragmentos de cristal se habían encajado en mi rostro, provocando un insoportable escozor. Ninguno me había hecho más daño que Giselle. Me consoló el hecho de no quedar paralítico. Pero me contraje sobre mi vientre en una punzada. Vomite algunas flemas sanguinolentas, pero no su recuerdo. El volante me había desecho las tripas. Mi coche era una mierda motorizada, una orgía de fierros retorcidos que fornicaban groseramente en medio de fugas de aceite, líquido de freno, y anticongelante. Varios cables entonaban una rabiosa melodía compuesta de chipas y cortocircuitos. El frente del auto había atrapado medio cuerpo del dragón. Abrazo letal. Imagine que la bestia rosada estaría muerta después de semejante impacto, al menos yo me había puesto el cinturón. Al tiempo que me incorporaba nuevamente para verificar que alguna parte del motor pudiese salvarse – el seguro no pagaría semejante accidente- me dio igual que el dragón aún respirara, pero lo hacía, sus fosas nasales se contraían a un ritmo desigual, llenando con sus vapores el ambiente de un olor fétido y picante. La vida del monstruo palpitaba amenazante, igual que la imagen de Giselle en mi cabeza. Moví dos dedos, cosa que me hizo sentir que el alma se me resquebrajaba y separé los párpados de un ojo del dragón. Una pupila oval, amarrilla, se clavo en todas y ninguna parte al mismo tiempo. Gruñó…
-¡Ése…ése fue! –gritó una voz, de las muchas que se habían congregado alrededor del sitio donde había atropellado al dragón. Me abandono el dolor, estuve a punto de fracturarme los huesos que aún estaban en una pieza al dar de lleno contra el piso.
Un policía se me acercó, lo vi encima de mi cabeza, a un costado del sol. -¿Fue usted quien choco contra un dragón? -¿le parece?- respondí lastimosamente. Antes de reírme caí en la disyuntiva de tragarme o no, de un bocado, el diente flojo que se me acababa de zafar. Suficientes desplantes de Giselle me había tragado ya.
El celoso guardián de la ley debió pensar que yo estaba delirando por que se dio la vuelta, compadecido. Pero sus palabras me tranquilizaron: -¡Pronto, parece que el animal está muerto! ¡Retiren a los curiosos de todas formas y traigan algo con que controlarlo en caso de que despierte! –gritó por el radio de su patrulla.
Take my hand, take my all life too…
El dragón no era producto de mi delirium tremens. No había confundido un camión materialista con un punk gigantesco o con una bestia mitológica. Había chocado con un dragón de color rosa en el carril de alta velocidad el boulevard. Me divirtió pensar que el alcohol que circulaba en mi sangre podría ser capaz de esterilizar mis heridas internas, todas, menos la de Giselle
-¡Mami un dragón! –gritó un niño. Creí escuchar un helicóptero surcar el cielo. “A las tres, ella podrá verme en el noticiero”, murmuré. El dragón agonizante parecía responder: “olvídalo, yo seré el famoso, tú no. Tú le vales madre”. No sé en cual de los cientos de idiomas que dominan los dragones me lo dijo, pero yo estaba tan crudo e instalado en el bajón de marihuana, que le entendí a la perfección.
Alguien vestido de blanco se me puso enfrente. Con una lamparita me examino los ojos, pero sólo una de mis pupilas fue herida. Me di cuenta que había perdido uno de mis ojos en el choque. Me inmovilizaron para subirme en la ambulancia que ya había llegado.
But I can’t help…
Elvis era la única medicina. Fue entonces que los paramédicos retrocedieron, aterrados. Un dragón, estaba vez púrpura como el cielo cuando está siendo poseído por el ocaso, descendió ágilmente en medio del boulevard, cuyo tránsito había sido paralizado en ambos sentidos. Tomó al rosado por la cola y se lo echó en la espalda. –Fraktal, ¿qué estupideces andas haciendo? Borracho… debería darte vergüenza. He visto muchos incendios desde el cielo, ¿Has estado vomitando, verdad? –le reclamo en español al dragón que había atropellado. El otro solo se quejaba en ningún idioma: -Uuurggghh, buamp… /&%###.
- No te preocupes, estarás bien. Seguro no te has roto más de dos costillas. ¿No entiendes que está no es la forma de olvidarla? ¡Melina no te quiere y ya! ¡Tampoco es para que hagas semejantes desfiguros! – le dijo su compañero antes de quitarle uno de los fierros de mi auto, que se había alojado en su pata derecha. Los dos se perdieron en el cielo. Me dio risa, pero no pude carcajearme, pensé que del golpe, sin querer, me había salvado otra vez. Siempre que me emborrachaba y fumaba hierba, sentía deseos de iniciar incendios. Y ahora, gracias a que atropellé a un dragón que había bajado a vomitar a la tierra, cuando venía escapando a toda velocidad de la última de mis travesuras (culpa también, del despecho de Giselle), todo el mundo lo responsabilizaría a él. Comenzaron a subirme a la ambulancia.
Falling in lo/
Cuando pensé que ya nada podía salir mal, el estéreo se descompuso...
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